martes, 23 de diciembre de 2008

QUE GANAS

De perderme en una sombra y aparecer en un lecho.

De cerrar los oídos y silenciar los ojos.

De no dejar que está sensación de ahogo me cercene el deseo, me carcoma la ilusión y me entierre la sonrisa; me castre.

De volver a lo que era antes pero con la experiencia de ahora.

De coincidir sorpresiva pero decididamente con una mujer. Tal vez la que vi al mediodía, me miró a los ojos y me sonrió (¿acaso notó mi bulliciosa soledad?). Y no decirnos los nombres, ni los pasos dados, ni los permisos correspondientes. Pero estar separados de los demás por una cortina y tocarnos candorosamente para despojarnos de las incertidumbres. Ser y sentirnos en otra piel.

Titubear pero no cejar.

Acariciarnos con celo y esperanza. Ilusamente.

Besarnos. Dejar que nos escurra la saliva. Sentir la epidermis palpitar.

Y así. Con pasión y mesura. Con credulidad y sencillez. Con espontaneidad y bravura. Hurgarnos. Frotarnos. Restregarnos. Hasta hundirnos en los recovecos más gozosos. Encima, a un lado. Por abajo. De rodillas. Inclinado. Meciéndonos.

Y expulsar vehementemente esos torrentes exquisitos.

Sí, que ganas de no estar aquí.
De estar a solas con una mujer anónima.

viernes, 12 de diciembre de 2008

LUCECITAS POR LA VENTANA

-“¡¿Pero qué fue lo qué hiciste?!”-, me dijo Marión con respiración sofocada y rostro enrojecido.

La pregunta, por demás sorpresiva, interrumpió la cadencia con la cual yo, detrás de ella y con una rodilla sobre la cama, entraba y salía gustosamente de su interior.

Me detuve temeroso de haberla lastimado de algún modo no intencional (desafortunadamente –pues es de mis posturas favoritas-, no sería la primera vez que me sucedía un accidente así).

Saqué mi remojado pene. La volteé y le pregunté qué había pasado, que si estaba bien.

Ella me miró y soltó una risa estridente y jocosa.

Yo puse cara de imbécil.

Marión volvió a insistir: “¿de verdad que no sabes lo que has hecho?”

No, no lo sabía.
Y me sentía inquietado por no saberlo.

Ella se llevó la mano izquierda al rostro y, cerrando los ojos, relajó cada uno de sus músculos faciales.

Entonces, mientras volvía a repasar su voluptuoso y moreno cuerpo, descubrí entre sus piernas el nacimiento de un caudaloso arroyo que se le impregnaba en los muslos.
Así que inmediatamente supe lo que había hecho.
El cuerpo de Marión era apresado por una gloriosa y arrebatadora sensación que nunca antes había experimentado; ni con un hijo, un divorcio a cuestas y unos años más que los míos.

Asumí mi responsabilidad. Por eso, me recosté a su lado, le recargué su cabeza en mi pecho y dejé que mis dedos se deslizaran tierna y sigilosamente por su ensortijada cabellera.
Marión tenía el rostro iluminado y el cuerpo sosegado.
Yo miré hacia la ventana del hotel.
Unas lucecitas parpadeantes me recordaban que estábamos en el último mes del tan cacareado año 2000.
Lucecitas como las que ahora se cuelan por la ventana que tengo enfrente.

Ojalá que si Marión también las mira, cierre los ojos y una misma sensación embriagadora le deleite el cuerpo.

martes, 2 de diciembre de 2008

POSICIONES FAVORITAS I

Se dice que la felicidad no es una estación de llegada, sino una forma de emprender el viaje.

Algo similar me sucede en la intimidad pues, para mí, la felicidad en el sexo no está totalmente en la eyaculación, sino en lo que la antecede: en el embriagante camino de la estimulación.

Es verdad.

Yo no encuentro placer más delicioso ni goce más arrebatador que explorar minuciosamente, con tiempo, paciencia y delicadeza, un cuerpo femenino.
Acariciar su silueta.
Asirme de sus caderas.
Besarle cada rincón.
Erizarle la piel.
Juguetear con su resquicio más íntimo.

Y es que para mí no se trata ni sólo de copular o de hacer el amor, sino de esculpir con talento, pericia e inspiración el placer en otro cuerpo.

De invocar al erotismo como arte.

De convertir al cuerpo femenino en un santuario de delicias.

Por eso, llegado el exquisito momento, me gusta experimentar posiciones que conviertan a la penetración en un regodeo total de caricias, miradas y roces.
Así es que tengo mis posiciones favoritas.

Una de esas consiste en recostar a mi pareja en uno de sus costados. Yo me pongo en la misma postura pero detrás de ella. Estando así, me fascina besarle su cabello, sus mejillas y su cuello, mientras le digo al oído el ardor que me produce su presencia y le restriego mi pene erguido y húmedo en sus nalgas.
Luego, siempre recostado detrás de ella, cuelo mis brazos por ambos flancos de su espalda para dejar que mis manos se atiborren con la redondez de sus pechos. Entonces, entre caricias, fricciones y susurros, voy ingresando pausada pero decididamente en la, para ese entonces, jugosa hendidura de mi amante.
Dentro de ella, me muevo onduladamente, como lo hace una culebra en su hábitat natural, avivando un inmenso juego de roces e intimidades corporales, en donde son protagonistas su clítoris y mi escroto.

¡Ayy, sólo de pensarlo me estremezco!

Sin duda, es de mis posiciones favoritas.

domingo, 23 de noviembre de 2008

GEMA I

Aunque muy brevemente, me referí a ella en el post anterior.

Tiene nombre de joya, y lo era en el sexo: Gema.

Cuando la conocí, ella tenía 19 años, y yo 23. No era una gran belleza, pero era sumamente coqueta y, después lo descubriría, muy sensual. Lo que me animo a intentarlo.

En aquellos tiempos (poco antes de la llegada de Verónica), estaba en una de mis mejores etapas en cuanto a la atracción de las mujeres: era joven, recién salido de la Universidad, había ganado una buena plaza del sector público en un concurso nacional, y contaba con esa plena certeza de mis capacidades y mis posibilidades. No creo que era guapo (ni lo soy) pero, por si no bastara con mis intentos de mantener un cuerpo atlético o sensualidad al vestir, tenía de mi lado la seguridad en mis pasos y el amor por la palabra.

Ahora la recuerdo con nostalgia: fue una época de exquisitos galanteos y suculentas exploraciones carnales.

En mi primera cita con Gema, por esas cosas de las bromas a manera de cortejos, llegamos a un salón de videojuegos. Había ahí unos simuladores de motocicletas. Le hice una apuesta para probarlos y ella aceptó. Todavía recuerdo el momento: al subirse a la moto y darme la espalda, su blusa se le levantó lo suficiente como para poder admirarle que sus vaqueros entallados le redondeaban apetitosamente los glúteos y, al sentarse, le formaron un delicioso arqueo en las caderas que se acentuó con una espalda erguida pero delicada. En ese momento, tuve la firme convicción de que le haría el amor en decenas de posiciones, pero que gozaría al máximo teniéndola montada en mí, acariciándole las caderas y el talle. Y así fue cientos de veces.

Luego de nuestra primera cita, le construí un sendero de rosas, poemas y guiños. Dos semanas después (también porque me fascina alargar la etapa de seducción), los pelos de mi pecho rozaban los pezones de Gema en una jornada delirante. Esa noche, inauguré lo que sería uno de nuestros asiduos jugueteos: luego de desnudarla, erizarle los poros, y lamerle apeteciblemente su vulva, le restregaba mi palpitante glande alrededor de su sexo sin penetrarla, provocándole cosquillas, como después me lo confesaría ella, hasta en los dientes. Y así, minutos y minutos. Hasta que escuchaba de ella un enloquecedor y jadeante “¡métemela ya, ya no aguanto!”
Entonces, yo me resbalaba despacio en lo que, para entonces, ya era una aromática ciénaga de líquidos sexuales.

Nuestra pasión fue desbordante.

La penetré en los asientos traseros de mi auto, en un elevador, en mi oficina, en la cama de sus padres, en el jardín de su casa, en un jacuzzi. Mientras menstruaba o mientras hablaba por teléfono. Acostados, sentados, inclinados, de pie, de frente, de espaldas, a los costados, haciendo malabares. La masturbé en el cine, en un centro comercial, en una fiesta familiar, en una playa. Le hice sexo oral salvajemente despacio, siempre hasta que su carne más íntima le palpitaba y un ahogado gemido le salía de la garganta. Le lamí del cuerpo tequila, crema chantillí, miel, yogurt. Disfrutamos decenas de posiciones durante horas y horas hasta que a ella le temblaban las piernas y a mí se me excoriaba el pene.

Y cuando parecía que ya habíamos probado todo, surgía algo nuevo, un gesto, una situación, un lugar o cualquier otra cosa que nos volvía a excitar e incitar a estar juntos.

Creo sinceramente que, en esos momentos, no pudimos explotar más nuestros cuerpos.

Así fue, hasta que la vida, con sus insondables caminos, me llevo a mí muy lejos, y a ella no sé dónde.

Años después, y ahora es cuando lo valoro, Gema me dejó placenteros recuerdos capaces de remojarme la ropa interior, pretextos de nostalgia, e inmensas ganas de encontrar otra persona así: una mujer dispuesta a hacer de su cuerpo un templo a la pasión y el desenfreno.
Y, de paso, rescatar de la monotonía toda la lujuria que se me escurre por los poros.

jueves, 13 de noviembre de 2008

EL TIEMPO, GRAN ESCULTOR

Me fascinan las mujeres.

Pero debo confesar que hay un prototipo que me enloquece: las mujeres maduras (también denominadas MILF en inglés).

Y lo escribo ensalivando mi boca.

Aunque es posible que la mejor amante con la que me he encontrado fue una mujer 4 años menor que yo, he tenido la delicia de que el 90% de las siluetas que he recorrido con mi lengua han sido de mujeres con una edad superior a la mía (en alguna ocasión, hasta por 10 años de diferencia).

Verdaderamente, no lo puedo evitar. Ese tipo de mujeres me hacen hervir la sangre, estimular la imaginación, y engrosar mi sexo.

No sé las razones. Puede ser porque generalmente las mujeres maduras están engalanadas por el indeleble cosmético de la experiencia. O porque sólo ellas son capaces de remunerar con miradas imborrables los galanteos y las adulaciones que reciben. O porque su cuerpo es una escultura moldeada por el tiempo, el más sabio de los escultores. O porque ellas valoran con mayor éxtasis las caricias sugerentes y las pesquisas carnales. O porque su boca sabe a criterio y su piel a certidumbre. O porque su entrega no admite vacilaciones. O porque sus movimientos son certeros y sus gemidos embriagantes. O, lo mejor de todo, porque creen que ya no les cabe más placer en el cuerpo… y es ahí donde me excita pensar que puedo mostrarles cuan equivocadas están.

Pero sea el motivo que fuere, lo categóricamente indiscutible es que si hay una mujer madura frente de mí, pasando a mi lado, o en perspectiva, mi cuerpo es testigo de una combustión interna que me sacude el corazón y me humedece la ropa interior. Porque he comprobado en carne propia que, aunque parezca contradictorio, me rejuvenece oler, besar, acariciar, lamer, explorar, penetrar, empapar y yacer en el regazo de una mujer madura.

Sin duda: lo que el tiempo no erosiona, lo embellece.

martes, 11 de noviembre de 2008

CURSI Y ANTICUADO

Aunque sólo tengo 30 años, hay un mundo que cada vez más se abre paso y que me está dejando fuera de lo actual. Es el mundo de lo superficial y de lo extremo en el sexo, de esas expresiones que, más que atrevimientos, me parecen evasiones. O atentados a la dignidad.

Y no es que me considere un conservador, sino todo lo contrario, pero no me atraen en lo más mínimo ni ver a una mujer enfundada en un traje negro y enmascarada, ni mucho menos sodomizarla u orinarle encima.

La verdad es que no.
Prefiero (y me enciende el deseo sexual) afrontar el reto de recorrer un cuerpo femenino para ararle placer en sus poros cuidando en todo momento que la dueña de ese cuerpo se sienta cómoda.
Cruzar miradas. Conectar latidos y nervios. Sentir las manos sudadas. Percibir el calor de un cuerpo cercano. Oler su cabello. Roerle los labios. Aprisionar su pecho. Despojarla de las telas que me separan de su piel. Y de ahí, a empuñar el mejor armamento: mi cuerpo y mi imaginación.
Eso para mí siempre será una aventura extrema.

Lo confieso: soy de esos amantes que han puesto velas, música de jazz y pétalos de rosa en un lecho destinado a recibir a una mujer.

Lo acepto sin pudor alguno: Soy un cursi y un anticuado.

sábado, 1 de noviembre de 2008

ANUNCIOS CLASIFICADOS

I
Una mujer
De mirada afilada... 


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jueves, 23 de octubre de 2008

YEIMI

El chorro de agua caía sobre mi piel de bronce...

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jueves, 16 de octubre de 2008

VERÓNICA 2

Dijo un poeta que amar es despojarse los nombres.
Contigo fueron los zapatos y los calcetines, aquella tarde seca de agosto.
Cuando caminamos descalzos por el centro de la ciudad.
Cuando nos tomamos de la mano para ignorar las miradas escandalizadas.
Cuando fuimos cómplices antes de ser amantes.
Cuando creí que serías tú.
Y me olvidé de los demás.
Hoy, ya no hago esas locuras. Pero no dejo de añorarlas.
Es tan corto el amor y tan largo el olvido, también lo dijo otro poeta.

lunes, 13 de octubre de 2008

ELLA (II)

Ella volvió.

Apareció como aparecen los milagros: inesperadamente.
Como si el corazón me lo anunciara, levanté la mirada y la vi entrar. Reconocí ese andar certero, esa piel almendrada, esas caderas acompasadas, y un júbilo nervioso electrizó mi cuerpo.

Por supuesto, pasó a mi lado y apenas me miró. Pero se volvió a sentar enfrente de mi lugar.

Una sonrisa se me dibujó en el rostro.

Ahí estaba ella, otra vez. Y yo también.
Por eso, tuve que hacer un heroico acto de resistencia para no lanzarme hacia ella, restregar mi pecho en su espalda, abrigarle sus senos con mis brazos y susurrarle al oído un "bienvenida".
E inmediatamente después, sin darle tregua al descaro, llevar mis labios al lóbulo de su oreja, resbalarlos por el contorno de su nuca, dejarlos rozar su mejilla y depositarlos definitivamente en los suyos.
Mordisquear esa carne rosada.
Lamer sus hendiduras.
Y llevarme su lengua a mi boca como si de un caramelo se tratase.
Siempre, aspirando su respiración, para llenarme de ella en sus futuras ausencias.

Sí, con un beso húmedo, entregado, devoto, me hubiera bastado.

miércoles, 8 de octubre de 2008

ELLA

Desde la primera vez que la vi...

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jueves, 25 de septiembre de 2008

VERÓNICA 1

Originalmente iba a abrir este blog para escribirte y sacar así mi melancolía de ti. Pero me he dado cuenta que todo lo que me pasa no se trata sólo de ti: afortunadamente, mis ansiedades, nostalgias y deseos van más allá de ti.

Aunque si te alegras tendrás toda la razón: ¡has ganado! He sido el primero que se comunica 6 años después de nuestro exabrupto corte de comunicación. Sí, he sido yo quien ha derribado ese muro de incomunicación que ambos nos pusimos sin siquiera acordarlo. No he podido resistir. Tu recuerdo y la nostalgia de ti son más fuertes que mi orgullo y estabilidad matrimonial.

Tal vez por lo que nunca fuiste y que tanto desee que sucediera, aun después de tu boda. Aunque nunca lo sabrás, has ganado.

Me resisto a creer en las corazonadas o las señales, pero hace unas semanas constantemente soñaba (dormido y despierto) contigo. "Tal vez porque pronto se cumplirán 6 años de que me terminó", pensé. Pero la inquietud fue mayor que mi aplomo, así que, con pretexto de amistad, contacté a una persona conocida que coincidió contigo en donde tú trabajas ahora. Y ella fue quien me lo informó: "Ah, Verónica acaba de ser madre por tercera vez". Esa noche me sentí estúpido cuando miré dormir a mi esposa y mi hija.

Realmente no entiendo porque sigo soñando contigo.

viernes, 19 de septiembre de 2008

PRIMERA SESIÓN

Abro este blog como terapia para mí mismo.
Todos tenemos secretos o pensamientos que, por íntimos, suelen ser inconfesables. Yo necesito "sacar" los míos de alguna forma. Y no es que sean trágicos o exagerados, pues sólo son deseos (sobre todo sexuales) insatisfechos, iras contenidas y una que otra estupidez. No, no son trágicos, ni agresivos, ni ofensivos, pero a veces son tan inconfesables para la gente que me considera "normal" que a veces siento que me queman por dentro. Y no siempre se puede estar en un incendio y poner cara de "tipo normal".
Yo creo que lo que se nombra comienza a exorcizarse. Así que abro este blog para intentar, por primera vez, no pensar en el lector cuando escribo e intentar mirarme en un espejo.
Siempre ayuda mirarse el rostro sin maquillaje.

Emilio