martes, 2 de diciembre de 2008

POSICIONES FAVORITAS I

Se dice que la felicidad no es una estación de llegada, sino una forma de emprender el viaje.

Algo similar me sucede en la intimidad pues, para mí, la felicidad en el sexo no está totalmente en la eyaculación, sino en lo que la antecede: en el embriagante camino de la estimulación.

Es verdad.

Yo no encuentro placer más delicioso ni goce más arrebatador que explorar minuciosamente, con tiempo, paciencia y delicadeza, un cuerpo femenino.
Acariciar su silueta.
Asirme de sus caderas.
Besarle cada rincón.
Erizarle la piel.
Juguetear con su resquicio más íntimo.

Y es que para mí no se trata ni sólo de copular o de hacer el amor, sino de esculpir con talento, pericia e inspiración el placer en otro cuerpo.

De invocar al erotismo como arte.

De convertir al cuerpo femenino en un santuario de delicias.

Por eso, llegado el exquisito momento, me gusta experimentar posiciones que conviertan a la penetración en un regodeo total de caricias, miradas y roces.
Así es que tengo mis posiciones favoritas.

Una de esas consiste en recostar a mi pareja en uno de sus costados. Yo me pongo en la misma postura pero detrás de ella. Estando así, me fascina besarle su cabello, sus mejillas y su cuello, mientras le digo al oído el ardor que me produce su presencia y le restriego mi pene erguido y húmedo en sus nalgas.
Luego, siempre recostado detrás de ella, cuelo mis brazos por ambos flancos de su espalda para dejar que mis manos se atiborren con la redondez de sus pechos. Entonces, entre caricias, fricciones y susurros, voy ingresando pausada pero decididamente en la, para ese entonces, jugosa hendidura de mi amante.
Dentro de ella, me muevo onduladamente, como lo hace una culebra en su hábitat natural, avivando un inmenso juego de roces e intimidades corporales, en donde son protagonistas su clítoris y mi escroto.

¡Ayy, sólo de pensarlo me estremezco!

Sin duda, es de mis posiciones favoritas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extrañabas mi presencia... algo me avisa de tu llegada. Ignoro cuál es la señal, pero la tengo... será que tu ardor es tal que puede desplazarse en el tiempo y en el espacio? Sí, he podido percibir tu aliento, y... aquí estoy. Dispuesta a que hagas vibrar cada una de mis cuerdas... como en la deliciosa descripción que me regalas.