El
tiempo se empeña en desencantarme pero yo persisto en seguir esperándola.
El
auténtico creyente se revela precisamente cuando todo se le opone a su credo. Y
yo sigo creyendo.
Quiero
seguir creyendo.
Merezco
seguir creyendo.
Necesito
seguir creyendo.
Creo,
no sólo por obsesión o necedad, sino por un razonamiento poético: se encontró a
través de mí. Y ello jamás se olvida.
Pero,
sobre todo, creo porque está en mi naturaleza.
Desayuno
anhelos y meriendo melancolías. Sonrío con labios húmedos y lloro con lágrimas
secas. Pero también transpiro alborozos, beso profusamente con los ojos y
saboreo desbocadamente la pulpa de cada quizás. Tengo una jauría en el pecho, un
augurio en la mirada y una pleamar en mis labios.
Por
eso, no puedo aceptar los trofeos de la monotonía, los himnos de la costumbre
ni la dictadura de las agendas. No me sale sobrellevar la domesticación Y a
conformarme con cualquiera.
Yo
resisto el desasosiego de su silencio.
Yo
desuello el fulgor de sus letras.
Yo
sostengo el oleaje de mi anhelo.
Yo
desvelo el aroma de su llegada.
Yo
proclamo su eternidad.
Porque
Yo sigo creyendo en
Ella.