miércoles, 29 de agosto de 2012

CIII (MALDICIÓN)


Él yace en una alcoba sin tiempo ni verdor pero sembrada de minas antirutinas.
Ahí está, intacta, su piel tibiamente acanelada, su fragancia de alelí ajazminado, su sabor a almíbar apulpado. Ahí está Ella, intacta, íntima, invencible.

Ella llora como se llora entre la gente: con lágrimas secas.
Noches perfumadas, jugosas y trastabillantes. De sombras otoñales. Pero Ella resguarda en sus muslos, aún húmedos y palpitantes, tersos pétalos con los que rememora los labios de Él. Y suspira con desvelo.

¿Qué maldición recae despiadadamente sobre los amantes que se han separado?
La larga esperanza del reencuentro.

martes, 21 de agosto de 2012

lunes, 13 de agosto de 2012

CIII

“Hazme el amor”, le susurró Él al oído.
“Hazme el sol, hazme la lluvia, hazme las flores; rehazme entre tus muslos”, le vociferó con sus palpitaciones.
“Te voy a hacer mío”, le respondió Ella con el vientre.

miércoles, 1 de agosto de 2012

CII

Aborrecía los “buenos días” rutinarios, los “¿cómo estás?” insípidos, los “holas” insulsos. Hubiera preferido besarla desmesuradamente. Estaba convencido de que sus labios eran las genuinas cortesías.