“… Escudriñando anhelos en las grietas del viento. Colgando
orquídeas a cada racimo de nostalgia nocturna. Enmadejando tu nombre en cada mirada
extraviada. No sé si eso es estar bien o mal. Sólo sé que así he estado desde
que no he sabido de ti.
Porque en realidad no he estado sin mí, ni tampoco he
sido sin ti. Sólo he seguido siendo lo que ya sabes: un apasionado, incansable
y desaforado ser humano que busca. Ya me conoces, cuando no estoy buscando alborozos
en las sombras, estoy buscando magias en las rutinas. Pero estos días me la he
pasado buscando otra cosa.
No tu sonrisa tornasolada o nuestra historia insaciable;
eso no lo busqué, tu sonrisa me halló y nuestra historia me bendijo.
Me la he pasado buscando algo más sencillo pero no por
ello más simple: una forma de decirte cuánto y cómo te añoro.
Una forma, un estilo, un método perfecto y preciso con los
que no sólo te sepas añorada, sino que realmente te sientas añorada. A cada
paso, a cada pestañeo, a cada silencio. En la alborada y en el desvelo. Entre los
transeúntes y entre las espesuras. Al negarme y al transpirarme.
Añorada en la mirada y en tus pasos; en la curvatura de los
hombros y en la ondulación de tu cabello; en la impaciencia de las manos y en el
bamboleo de tus pechos. Añorada de tu boca aciruelada, de tus caderas
afestinadas, de tus muslos apulpados y de tu sexo amielado.
Añorada de mí dentro de ti.
De nosotros a solas.
Es lo que he buscado fervorosamente: una forma, un
estilo, un método donde quepan todas las añoranzas. Las de ayer, las de ahora y
las que vendrán.
Pero no he podido.
Por eso te escribo. Para pedirte, rogarte, suplicarte,
que si tú la encuentras por favor me la digas.
O, mejor aún, que me la añores.
E.”