viernes, 18 de octubre de 2013

CVII

Despertó sintiéndola a su lado.
Inhaló su aroma. Percibió su tibieza. La transpiró.
La guareció con sus brazos.
La escudriñó con su boca.
La desgranó con sus dedos.
La electrizó con su piel.
Pomelos aparearon voluptuosidades.
Jilgueros grojearon turgencias.
Rosas desfloraron almíbares.
Y Él sintió las piernas de Ella entrelazarse en su espalda, sus muslos adherirse a su pelvis, y sus caderas revolotear entre sus manos.
Entonces entró insaciable en Ella.
Y así, hasta colmar las alboradas con su nombre. 
Como cada mañana, desde que no deja de pensarse sin Ella.

viernes, 4 de octubre de 2013

EXTRACTOS DE CARTAS GUARDADAS EN EL BURÓ IV: DE OLVIDOS Y MILAGROS

“No, corazón, nunca podría despreciarlo. Es sólo que hay épocas en los que las premuras cotidianas embisten mis días iracundamente. Y, limitado como suelo ser, aplazo lo trascendente para enfrentar lo urgente. Pero al estar otra vez a solas, irremediablemente vuelvo a oxigenarme de suspiros.
Por eso nunca podría desatenderlo.
Porque aunque no estuve ahí, sé que ese día fue milagroso.
Nadie me lo ha contado.
Pero no lo necesito.
Estoy seguro que fue así.
Que las cigüeñas se lo contaron a las golondrinas, que las golondrinas se lo compartieron a los jilgueros, que los jilgueros se lo dijeron a los ruiseñores. Y la noticia se propagó por todo el mundo.
Que tú esperabas en tu cálido refugio, ansiosa, expectante, esperanzada. Escuchando murmullos, sintiendo latidos, palpando vísperas.
Y entonces recibiste las promesas:
Que la tierra te daría campos para alimentarte y pies para hermanarte con ellos.
Que el sol siempre –siempre, siempre- alumbraría tu cielo, sobre todo después de los días grises.
Que la luna te miraría por la ventana y te sonreiría resplandeciente, aunque tú no le devolvieses la sonrisa.
Que los árboles beberían de las ráfagas del sol para alimentarte de oxígeno.
Que invariablemente, a pesar de todo, nunca dejaría de haber un mañana.
Así que ese martes florido decidiste salir de tu refugio para ser abrazada, besada y amada por la tierra y por quienes la habitan.
Y así fue como inició el camino que te llevó, por única vez y para siempre, a mí.
Por eso, nunca podría relegarlo.
Recuerde, o no, que ese milagro ocurrió un 28 de septiembre.

Nunca será tarde para susurrarle al viento que te prodigue los colores, las caricias y las canciones que necesitas para sentirte dichosa, un año más.
E.”