La cajera le sonrió con ese brillo exuberante que desnuda toda simulación. Sobre todo, porque no era necesario: Él ya había pagado.
La cajera acentuó su desnudez: “Esa camisa que se lleva realza el lindo color de sus ojos. Será imposible no rendirse a su mirada”.
A Él se le iluminó el rostro y una fuerza interna le hizo exclamar un: “Ella me colorea el alma”.
La cajera supo que Él estaba enamorado.
Él salió a toda prisa para no llegar tarde a su cita.