lunes, 23 de marzo de 2009

REFUGIO

El mundo es un lugar hostil...


Próximamente

lunes, 2 de marzo de 2009

PLACER (CARTA A ALEJANDRA)

Querida Alejandra:

Esto te va a sorprender. O tal vez no.

Te escribo para ser plenamente honesto contigo. Atrevido y arriesgado acaso, pero sincero. (Sabes perfectamente que para mí las palabras escritas no son una huida, sino una ofrenda).

Así que, aunque de seguro lo intuyes, te lo confieso: no he dejado de pensar en ti. Y lo que es más revelador, no he dejado de pensar en ti conmigo.
Y eso, a pesar de que nuestra situación debería impedírmelo. Porque estoy convencido de que ni ella ni él lo merecen. Pero nosotros sí.

Sábete que esta declaración de intenciones no pretende aprovecharse de tu certeza que, por ser reiterada, a mis ojos resulta frágil: la estabilidad con tu pareja.
No querida.
Cuando yo te pregunto “¿cómo estás?” estoy preguntando por tus alegrías y tus pasiones, no por tu relación actual.
Créeme, yo no deseo cuestionar ni tus decisiones, ni el cómo te convences de ellas.

Querida, yo sólo deseo hacerte el amor.

Déjame ser menos cursi y más sugerente.
Yo lo único que quiero es cruzar ese puente que nuestros coqueteos han tendido y llegar a tu intimidad, ahí dónde sé que tú también me esperas.

Yo sólo quiero que tus ojos color almendra me secuestren de los convencionalismos sociales y nos miren a los dos, solos y enclaustrados, en una habitación.

Yo sólo quiero deslizar un dedo por el contorno de tus brazos. Acercarme a ti despacio. Enredar mis manos en la tersura de tu melena color azabache. Y degustar tus labios rosas y carnosos.
Besarlos. Mordisquearlos. Chuparlos.

Y luego, querida, yo sólo quiero renunciar a mis razonamientos perdiendo mi lengua en la comisura de tu boca, jugueteando con la tuya y deleitando mis sentidos en el –seguramente- exquisito sabor de tu saliva. Quiero embriagarme de ella.

Porque yo sólo quiero comprobar una de mis más recientes e inquietantes certezas: la de que tu cuerpo caribeño (moreno, compacto y tentador) está hecho a la medida de mis fantasías más ardientes. Que tu cuerpo es dúctil y estimulante, como la arcilla para un escultor.

Por eso, quiero recorrerte completita. Quiero aspirar cada rincón tuyo. Quiero colmar cada poro de tu piel. Quiero lamerte toda.

Así que quiero desnudarte despacio.
Desabotonar tu ropa con firmeza pero despojarla de tu cuerpo con lentitud, casi sin intención. Porque yo sólo quiero alargar lo más que se pueda el momento excelso de verte y sentirte desnuda.
Porque quiero que el frenesí te obligue a ofrendarme tu intimidad.
Entonces, quiero detener tus ansías con besos apasionados, y avivar tu pasión con roces ansiosos.

Y luego te quiero tener frente a mí desvestida.
Quiero verte desnuda con los ojos de las manos. Con esa lúcida ceguera que explora el mundo para tomar su lugar en él.

Quiero detenerme en tus pechos. Acariciarlos con mi lengua, lamerlos con mis dedos, frotarlos con mi pene.

Quiero vararme en tus caderas. Asirme lujuriosamente de ellas.

Y quiero concentrarme en tu enjambre sexual, en ese recoveco que guarda tu fruta más jugosa.
Quiero olerla.
Quiero acariciarla delicadamente con una rosa.
Quiero masajearla con mi lengua, chuparle su néctar.
Y quiero hacerlo hasta que te escuche gemir y la sienta palpitar.

Entonces, luego de mirar tu rostro placenteramente relajado, quiero entrar en ti despacio pero decididamente, deslizándome por tu aromática ciénaga.
Quiero que sientas la indudable convicción de las erecciones que me produces, como la que ahora mismo acompaña esta carta.
Quiero moverme dentro de ti enredándome en tus piernas de frente, de lado, de pie, en una cama, en un sofá, en una ducha, por la mañana, por la tarde y por la noche, hasta que definitivamente redima todos los momentos en que soñé que era posible, pero que no estabas a mi lado.

Porque, anhelada Alejandra, yo sólo quiero darte placer.

Yo sólo quiero ofrecerte mi cuerpo como objeto agradable, mis fantasías como habilidades gratificantes y mis esperas como pretextos de lujuria.

Yo sólo quiero entregarme a ti porque me gustas. Eso que, por ser tan espléndidamente natural, nuestras sociedades lo han ido mercantilizando o culpabilizándolo y, por eso, perdiéndolo.

Un poeta dijo que “es imposible hacer el amor sin un cierto abandono”.
Pues bien, yo reconozco que tu nombre y tu presencia me debilitan y enardecen al mismo tiempo. Por eso, yo quiero perderme en la aventura de tu cuerpo.

Yo sólo quiero besarte, acariciarte, masturbarte, y penetrarte por puro, simple y añorado placer.

Por el placer del descubrimiento, del reconocimiento y de la complicidad.


Si aceptas cambiar tus fantasías por la mías, para que ambas se hagan realidad, te espero en aquel lugar de España donde coincidimos.
Estaré ahí con una botella de vino, una rosa y una ardiente paciencia, las cuales esperan, todas juntas, diluirse en jirones de pasión.

Tuyo, cuando lo decidas,
H.E.