miércoles, 29 de junio de 2011

LXXXVII

Él, que la sangre le hervía con las injusticias, se dedicaba desde su humilde trinchera a tratar de mejorar el mundo. Ella, que se armaba de enterezas y esplendores para defender su esencia, se dedicaba desde su alcoba a enamorarlo. Y así, pasaban los días. Hasta que por fin amanecerían juntos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa esencia de la que Ella esta hecha se desprende en cada letra con la que intenta que la sientas, que la pienses, que la vivas.
Esa esencia pide, clama, ruega, por volver a fundirse con la tuya.
Esa esencia quiere envolverte arroparte, que la respires y quedarse a vivir en ti.

Anónimo dijo...

Corazón me urge hablar contigo. Algo pasa y quiero estés preparado, comunícate plis.