martes, 10 de mayo de 2011

LXXVIII

La invocación de Ella lo ereccionaba. El recuerdo de Él la humedecía. La distancia se los confirmó con efervescencia: estaban hechos la una para el otro. Y esperaban, cada uno desde su orilla, para reafirmárselo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada fibra, cada poro me gritan tu nombre, me llenas de esa bendita urgencia de ti,que ni el tiempo, ni la distancia logran borrar pues dejaste , de ti lleno mi ser.

Emilio dijo...

Es que algunos poetas se equivocan. Hay besos, caricias, abrazos y anegaciones que no son gestos de propiedad, son expresiones de almas que se reconocen. Nosotros lo certificamos.

Anónimo dijo...

Cada poro de mi piel te traspira, cada suspiro te llama, cada latido te nombra, cada mirada te evoca, cada sonrisa te pertenece, cada sueño es contigo...esa es mi vida desde el bendito instante que mi camino toco el tuyo