Para Bea
Tiempos de mezquindad y cenizas,
de expoliación y advenedizas,
de indiferencia y trizas
donde
los ojos degüellan las guirnaldas,
sangran los crepúsculos
y ovillan la belleza a los rincones del después
donde
los labios escupen redes de peces muertos
o confinan corales transparentes en barrotes de marfil
donde
las manos se acuchillan con diez dagas roídas
en lugar de sembrarse con diez pétalos como campanarios
donde
las sombras almacenan rencores,
las fronteras incineran caricias,
los relojes asesinan vísperas,
los pasaportes trituran coincidencias,
y la vida se troca en mera existencia.
En tiempos como estos
una mirada diáfana,
un suspiro musicalizado
o un silencio expectante
son brisas de júbilo
como cuando una alondra
se posa en el hombro de un Espantapájaros
en una noche fría y nevada.
Y lo obliga a seguir manteniendo
los brazos abiertos.
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