viernes, 6 de enero de 2012

CONGRUENCIA (APUNTES PARA UNA AUTOBIOGRAFÍA AUTORIZADA)

Aunque no siempre lo consigo, nunca dejo de intentar ser congruente.
No se trata de un asunto de elegancia o de rectitud sino tan sólo de mera supervivencia: se puede mentir a los demás menos a uno mismo. Al menos, no sin sentirse impune.
A diario emerge un instante en el que ya no hay miradas ni espejos circundantes, cuando un silencio apacible recalienta las manos y un vaho dócil arrulla las pestañas. Es cuando uno está a solas consigo mismo. Y para poder estarlo conmigo mismo, yo necesito mirarme, si no embelesado, al menos sí soportando la imagen que la luna me devuelve. Es así que la congruencia me ayuda a sonreírme o llorarme pero nunca a avergonzarme de mí mismo.

Hace tiempo que exhalé uno de mis suspiros más recónditos. Era una imploración por conocer. Pero no se puede pedir sin ofrecer. Al menos, no sin saberse injusto. Y la congruencia me clama por no serlo. Es por ello que abono a mi petición tres breves apuntes que pretenden esbozar el color que destella de los ojos, el aroma de los suspiros y el sabor de los sueños de quien esto escribe. Un poco de mí, destilado por mí mismo.

1.- Soy, ante todo, un ingenuo.
No importa lo infranqueables que se crean, inevitablemente las máscaras caen, los maquillajes se diluyen y las imposturas se desmoronan. Es en ese momento cuando emerge victorioso el néctar verdadero de cada fruto.
Estrellas de mi cielo se han trocado en astillas de tizón, orquídeas de mi jardín en enredaderas de cactus y palomas de mi pecho en buitres voraces. La esperanza que cuelga de mis pestañas me ha hecho confundir varias veces lo excelso con lo pedestre. Por eso, cuando éste por fin se ha asomado, lo he recibido con lágrimas.
Pero entonces, cuando el corazón ha vociferado, un hálito me susurra mi certeza más utópica y perenne: es sólo en una Ella donde se encuentra el paraíso perdido. Y los ojos me vuelven a resplandecer.
Puede parecer estupidez o necedad pero luego de cavilaciones profundas y desvelos ensimismados puedo asegurar que es sólo simple y honesta ingenuidad.
Sí, es ingenuidad, ese heterónimo con el que he decidido nombrar a mi inquebrantable ilusión. Y es así como sigo creyendo que yo sólo seré un hombre pleno dentro una Ella.

2.- A pesar de las apariencias, soy un hombre muy elemental.
Diariamente suelo investirme de académico novel y científico social pero la verdad es que al final todos los títulos claudican ante el indomable llamado de la naturaleza.
Estruendos del pecho desploman mi artificio de raciocinios. Son los clamores del instinto.
Entonces me siento desamparado, huyo y busco refugio.
Desgrano sueños, encuadro experiencias, miro nuevos senderos.
Aspiro los perfumes de sombras en vez de sosegarlos a puñetazos.
Soy otro siendo más de mí mismo.
Aro en ausencias.
Dinamito la soledad.
Desnudo insomnios.
Pulo el oxido del silencio.
Zarandeo el alma para desnudarla frente al espejo.
Y me atrevo a embellecer la profunda ignorancia del misterio supremo: descifrar a una Ella, a solas conmigo.
Ilusa aspiración de someter delirios que se transfigura en anhelo de un roce a la distancia.
Desearla, apetecerla, suspirarla.
Cortejarla, estimularla, agitarla.
Festejarla, incitarla, estremecerla.
Rozarle la piel y avivarle los poros.
Colarme por su ropa, electrizarle los sentidos.
Ser racimo de uvas que ruede por su cuello, roce su pecho, circunde delicadamente por su vientre y se arrulle en su sexo.
Tocarle las entrañas.
Despojarla de su nombre, redimirla de la rutina y hacerla explotar de antojo de mis manos.
Por eso escribo, para seguir el llamado de mi naturaleza: preñar hojas en blanco.

3.- Soy perfectamente incapaz de definirlo dignamente y varias veces he sido derrotado en su nombre pero soy un firme creyente del amor.
Gloriosa contradicción, excelso contrasentido, sublime paradoja. Busco afanosamente lo que no puedo encuadrar en lógicas elementales, me desvelo por aquello que me resulta inasible, continúo con la boca ensangrentada tan sólo por sonreírle una vez más.
Es increíble que en esa palabra de tan sólo cuatro letras se condense tanto fuego, tanta ventisca, tanta lluvia… tanto paraíso.
Pero no conviene buscarle sus causas, efectos ni sentidos. El amor es sólo un apogeo del caos.
Todo es química. Pero el amor es química caótica e intensa.
Fórmula divina que contiene en sí misma su desazón y su remedio.
Porque hay algo peor que morir de amor: vivir sólo de aire.

Creo que amar es darse la oportunidad de ser uno mismo en otra vida.
Y al final, yo sólo soy los amores que no fueron sabiendo que seré los que todavía no han sido.
Por eso, sigo clamando por conocer(la).



5 comentarios:

Unknown dijo...

Cada una de tus recuerdos están echos
de esas pequeñas cosas con que
inundaste mis días.

Días que mi mente evoca para poder
seguir sin ti.

Tiempos a tu lado que guardo en esta habitación
a donde vuelvo cada que necesito de ti.

Esta habitación que sus muros están echos
de cada uno de los suspiros y gemidos
que le arrancabas a mi boca
hasta el amanecer.

Misma que aun guarda tu aroma
que pinta de colores mi cuerpo
con el recuerdo de cada caricia
con que bañabas mi piel.

Tu inundando mis sueños
llenándolos de deseos
cada una de mis noches

Emilio dijo...

Recordar es regresar a un tiempo y espacio excelsos sin el frenesí de la piel pero con la lucidez del corazón.
Rememorarnos es seguir conociéndonos a la distancia.
Ambos lo sabemos perfectamente.

Unknown dijo...

Solo vengo a decirte.

Te extraño.

Unknown dijo...

Tengo ganas de ti
de probar tu dulce boca
y terminar con este tormento
de quererte y no tenerte.

De esta hambre de ti
de tus besos y caricias
de sentirte recorrer mi piel.

De sentir tus manos
y perderme en tu boca.

De que pintes mi cielo
con cada uno de tus besos.

De perderme en tu mirada
que me tiene hechizada.

Tengo ganas de llenarme
el cuerpo de ti.

Tengo ganas de despertarme
un poquito de ti enamorada.

CadyG

Emilio dijo...

No importa las traiciones de la noche, las trampas del pasado o las imposturas de la distancia. Que a pesar de todo, mis letras sean puertos para tus tempestades. Siempre.