sábado, 24 de diciembre de 2011

VILLANCICO DEL ESPANTAPÁJAROS

El derredor obliga a adquirir una dicha en facilidades de pago.
Yo no tengo crédito.
Yo sólo estoy huérfano de constelaciones. De ese nombre que alfombra mi día de arcoíris.
Ella.

Mi segunda piel, mi segundo lenguaje, mi primera respiración. Mi único paraíso.

Yo y mi inquebrantable vicio de plasmar hálitos para abrigarle las entrañas.
De lanzar palomas en tormentas de arena.
De gorjear en medio del asfalto.
De echarme de más cuando la echo de menos.
Aunque nunca la haya tenido.

Miro.
Y en el fondo de mi mirada está la suya.
Cuando miro, la miro.

Ojos que no observan, labios que no besan, manos que no acarician. Todo yo, que se guarda para Ella.

La soledad es un cuarto oscuro donde revelo su rostro en mi pecho.

Extrañar.
Añorar.
Nostalgiar.
Evocar
tan exageradamente,
que duele lo que no ha sido
más que en mis letras.

Quien tuviera de su boca todos los besos que ya no le hacen falta.
Quien pudiera paladear las ninfas ocultas de su noche.
Quien pudiera sumergirse en su agua bendita para purificarse.
Quien tuviera el sortilegio para que las vidas paralelas confluyeran, por fin, en esta.
A su lado.
Y entonces, vivir ahora sí
una feliz Navidad.

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