Paradójicamente, se hallaba en el mismo sendero que se extraviaba. En sus silencios y en sus respuestas. En lo que le desconocía y en lo que le reconocía. En su distancia y en su hoguera.
Por eso le escribía.
No para que lo leyera, sino para que lo tuviera dentro.
Para seguir muriendo por vivir en Ella.
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