miércoles, 14 de diciembre de 2011

FRAGMENTOS DE UNA NOVELA INCONCLUSA III

Ocurre que hay instantes insondables en los que un velo humeante se nos retira momentáneamente y nos descubre algo. Son resquicios milagrosos en los que una puerta se resquebraja y un pliegue de verdad se nos entreabre por dentro. Y entonces no volvemos a ser los mismos.

Esa noche especialmente semejaba una hoguera de hojarascas húmedas en un funeral de gardenias. La luna apenas se ovillaba en un rincón lúgubre. El viento graznaba lágrimas de vidrio.
Él sabía perfectamente que era una noche de duelos y penumbras pero se opuso incansablemente a declinar la infinita felicidad que le martillaba el pecho. A pesar de todo, inclusive de sí mismo, ampararse en ilusiones siempre había sido su vocación.

No dijo ninguna palabra al verla llegar.
Consciente era de que sólo el silencio corona los arcoíris.
Simplemente sonrío con los ojos y lloró con las manos.

La miró como si Ella fuese el primer vestigio de vida.
La abrazó como si Ella fuese el penúltimo ser de su especie.
La besó como si Ella fuese la única mujer del universo.
Y en ese preciso instante su velo le descubriría la certeza que lo acompañaría eternamente: “era Ella. Únicamente Ella”.

A la mañana siguiente, ya no estaría.
Y Él se dedicaría a volverla a encontrar.


4 comentarios:

Africa dijo...

hay instantes que perduran una y más vidas.
Espero que la vuelva a encontrar.

Emilio dijo...

Él siempre volverá a estar con Ella, aunque nunca más la halle.
Él sabe que los sueños son inmortales. Por eso sonríe.

Unknown dijo...

Ella sabe que aunque jamas se vuelvan a encontrar tu vives en su corazón, que ese amor es para siempre y que en sueños te encuentra, pues esa habitación es de reencuentros cada que Ella necesite de ti.

Emilio dijo...

Las certezas son esas mariposas de céfiro que se acunan en las pestañas de Ella y cubren su silueta con un silente, sigiloso y secreto “volverá”. Por eso, cuando Él suspira, Ella se estremece.