(...)
Estoy
totalmente de acuerdo contigo: lo que sentimos, lo que nos hemos procreado, lo
que vivimos al vernos, de la forma en que lo hicimos, lo que nos entregamos, lo
que nos añoramos, lo que nos significamos, su profundidad y eternidad, no son
de esta vida, no pueden serlo, tienen que venir de antes, de otras vidas, de
pasados majestuosos donde estuvimos juntos y nos amamos tanto que, una vez
extinguido esos lapsos vitales, nos la hemos pasado buscándonos. Sólo esa
explicación me satisface para no quebrarme la cabeza en tratar de entender esto
que siento y que me implosionó al reencontrarte.
Tú y yo lo sabemos. Podemos estar separados, podemos sólo vernos un fin de semana por cada vida, podemos herirnos, podemos distanciarnos definitivamente, podemos añorarnos hasta el desvelo, podemos querer renovadamente a otra persona, pero nos amamos como no lo haremos con nadie más. Así, tan descomunal, exorbitante y desmesurado que sobrepasa fronteras físicas y temporales. Ese es nuestro paraíso y penitencia, nuestra historia.
Me ha costado mucho entenderlo pero lo he conseguido.
Por eso, ahora mismo, mientras concluyo con esta carta, estoy a punto de tomar el sendero que me llevará a entregártela en persona.
Espero
que aún vivas en el mismo lugar.
3 comentarios:
Hay tanta gente buscándose, tratando de coincidir, añorando, suspirando, recordando.
Y es una bendición poder llegar al punto dónde se mire el mismo cielo, se camine en la misma dirección, dónde puedan dos almas encontrarse a los ojos y descubrirse en el otro, suspirar y sonreír sabiendo que valió la pena la espera.
Que el primer paso es uno menos que esperar para un reencuentro.
Desde que Él miro a Ella no sólo supo que valdría la pena esperarla. Sino, sobre todo, que valdría la pena salir de su guarida, así fuese por un fin de semana, para amarla.
Y a pesar de las distancias, ellos siguen creyendo que vale la pena su historia.
Historias como esta valen no solo la pena, valen la espera, valen la vida.
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