Confesiones y fantasías de un treintañero amante de la poética corporal y la erótica verbal.
viernes, 28 de enero de 2011
LXII
Se burlaban de su necedad: el Espantapájaros no podría liberarse de su mástil. Pero él se reía de su ceguera: cada que él lo deseaba, siempre podía volar.
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