lunes, 21 de julio de 2025

NUESTRO MAR

Crepito de ganas por tenerte cerca. Suspirarte para llenar mis pulmones con tu fragancia de hembra.

Sentir una estocada en mi vientre por tu cercanía y dejar que mi pene brote urgente, bollante, duro, palpitante. Anhelante de ti.

Que me sientas sediento de tu feminidad.

Que mi mirada retumbre en tu piel, te cimbre los muslos, se te meta en el vientre y te haga imprescindible, como el aire y el agua, tenerme dentro.

Imagino entonces acercarme a ti. Asirme de tu talle y sentir en mi pelvis la suculenta calidez de tus caderas. Que percibas entre tus piernas lo que brama por ti.

Mirarte a los ojos, pegarte a mi pecho. Sentir tus pezones erectos.

Tomar tu rostro, mirarte destellante de avidez.

Ponerte una venda en los ojos para que el resto de tus sentidos se exalten.

Acercar tu rostro al mío para probar tu boca de fresa. Chupar la crema de tus dientes, saborear el azúcar de tu lengua.

Que mis manos te vayan desnudando poco a poco.

Sentir cómo tu respiración se agita, como tu piel se sobresalta, cómo te desfloras para recibirme. Comprobarlo con mis dedos embadurnándose con tu líquido humeante.

Recostarte en la cama. Mirar cómo estás excitada y expectante.

Dejar que mi boca vaya navegando por tus pechos, tu vientre, tus caderas; te muerda apetitosamente los muslos y llegue a tu vulva agrosellada. Dejar que mi lengua rugosa deshoje despacio tus filamentos y beba desaforadamente tu miel hasta que explotes de éxtasis, recobres el aliento y me pidas que te penetre sin contemplaciones.

Hincarme frente a ti. Sostener tus piernas, besar delicadamente tus pies, poner tus piernas sobre mis hombros y acercarme abrasadoramente a ti.

Dejar que mi virilidad juguetee con tus hebras íntimas, se embadurne con tu néctar y que entre lenta pero ferozmente en ti. Que experimentes horcajadas al sentir como me voy abriendo paso dentro de ti, como te voy copando, como entro hasta el fondo y te hago vibrar todos los átomos de tu cuerpo, mientras te lamo el cuello y mis manos restriegan tus pechos.

Muerdo tus labios, te jalo el cabello, y te embisto. Tú jadeas y te dejas llevar de mi furibunda hambre de ti.

Te siento fogosa, así que te tomo de la cintura, te volteó boca arriba, me pongo boca abajo, pongo tus manos en mis pechos y te pido que me montes. Tú te excitas, me clavas las uñas y arremetes contra mí hombría cabalgándome con desbocamiento.

Te pongo las manos en el rostro, tú me chupas un dedo e intensificas los sentones. Tu cabello oscilando, tus pechos rebotando y nuestros golpeteos me producen espasmos en el vientre.

Por eso, te tomo de las caderas, te pongo boca abajo, me levanto, sostengo mi grosor con las dos manos y me inserto en ti. Tú muerdes la almohada porque llego hasta el fondo. Siento como te tiemblas y me empapas. Pero yo sigo inclemente, entrando y saliendo en ti. Excitándome con la gozosa visión de como recibes, te adaptas, y empapas mi erguimiento.

Me recuesto sobre tu espalda, enredo mis dedos en tu cabello, te chupo la oreja, embisto vorazmente con locura. Tú me ordenas con aliento entrecortado “dámelo, papi”, así que dejo de resistir, exploto de éxtasis y te inundo de mi simiente mientras siento tu cuerpo efervescente de mí.

Me salgo de ti.

Los muslos te chorrean, mojando aún más nuestras sábanas.

Te recuestas en mi pecho.

Y ambos suspiramos al mismo tiempo, llenándonos de esa fragancia íntima que inunda la alcoba de nuestro mar.

viernes, 11 de julio de 2025

CREER

La tarde se destiñe con la tenacidad de la lluvia y se encoge con el vapor del café.

Se asoma una oquedad hambrienta de futuros que acecha inclemente.

Que desangra silencios,

Que desgarra susurros,

Que desuella sosiegos.

Y entonces la noche cae de repente. Como cae en mí tu recuerdo.

Puro e imponente.

Como un verso leído con el corazón.

Como una canción que estremece los sentidos.

Como cuando llegaste a mi vida, un 25 de abril de 2011.


Te nombro en silencio y la boca se me llena de flores que quiero esparcirte por tu cuerpo.

Eso es evocarte: tocarte con mis pensamientos, sentirte con mis anhelos, colmarme con tu posibilidad.

Que los ojos me destellen por mirar la tersura de tu rostro.

Que las palpitaciones se subleven con la tibieza de tu cercanía.

Que las manos me cosquillen por alojarse en la suave curvatura de tu cintura.

Que nuestra piel se impregne de la fragante inquietud de sentirnos.

Que la boca nos escueza de la inaguantable sed de besarnos.

Que el vientre nos crepite por intercambiarnos nuestro fuego.

Que no queramos estar en ningún otro lugar del mundo, más que en el éxtasis de yo dentro de ti.

 

Aún sin haber estado, has sido, eres y seguirás siendo.

La verdad más diáfana, la certeza más abrigadora y la realidad más anhelada.

Como he tratado, cursi y torpemente, de decírtelo incesantemente con mis letras.

Y ahora lo intento, una vez más, por aquí.

 

Posiblemente tus ojos no le darán vida a estás letras.

O tal vez sí. Quizás sea con las últimas horas de un jueves ajetreado, entre la rendición de unas prendas que te acompañaron durante el día y unas sábanas que esperan por abrigarte. O tal vez, con la desasosegante calma de un domingo perezoso, cuando la luz se filtre desganada y el tiempo parezca dilatarse en el aire. O quizás sea en un día sin nombre, de esos que parecen efímeros, pero que terminan alojándosenos en el corazón.

 

Pero, aunque no me leas, estoy seguro que lo sabes porque me sientes.

Porque estoy dentro de ti.

Elijo creerlo.

 
“Detrás de este triste espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria”. Julio Cortázar