viernes, 11 de julio de 2025

CREER

La tarde se destiñe con la tenacidad de la lluvia y se encoge con el vapor del café.

Se asoma una oquedad hambrienta de futuros que acecha inclemente.

Que desangra silencios,

Que desgarra susurros,

Que desuella sosiegos.

Y entonces la noche cae de repente. Como cae en mí tu recuerdo.

Puro e imponente.

Como un verso leído con el corazón.

Como una canción que estremece los sentidos.

Como cuando llegaste a mi vida, un 25 de abril de 2011.


Te nombro en silencio y la boca se me llena de flores que quiero esparcirte por tu cuerpo.

Eso es evocarte: tocarte con mis pensamientos, sentirte con mis anhelos, colmarme con tu posibilidad.

Que los ojos me destellen por mirar la tersura de tu rostro.

Que las palpitaciones se subleven con la tibieza de tu cercanía.

Que las manos me cosquillen por alojarse en la suave curvatura de tu cintura.

Que nuestra piel se impregne de la fragante inquietud de sentirnos.

Que la boca nos escueza de la inaguantable sed de besarnos.

Que el vientre nos crepite por intercambiarnos nuestro fuego.

Que no queramos estar en ningún otro lugar del mundo, más que en el éxtasis de yo dentro de ti.

 

Aún sin haber estado, has sido, eres y seguirás siendo.

La verdad más diáfana, la certeza más abrigadora y la realidad más anhelada.

Como he tratado, cursi y torpemente, de decírtelo incesantemente con mis letras.

Y ahora lo intento, una vez más, por aquí.

 

Posiblemente tus ojos no le darán vida a estás letras.

O tal vez sí. Quizás sea con las últimas horas de un jueves ajetreado, entre la rendición de unas prendas que te acompañaron durante el día y unas sábanas que esperan por abrigarte. O tal vez, con la desasosegante calma de un domingo perezoso, cuando la luz se filtre desganada y el tiempo parezca dilatarse en el aire. O quizás sea en un día sin nombre, de esos que parecen efímeros, pero que terminan alojándosenos en el corazón.

 

Pero, aunque no me leas, estoy seguro que lo sabes porque me sientes.

Porque estoy dentro de ti.

Elijo creerlo.

 
“Detrás de este triste espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria”. Julio Cortázar