No fueron sus cabellos aún mojados. Tampoco los labios mallugados y palpitantes. Ni siquiera ese aroma de mar humeante que tenían impregnado en la piel. Lo que en realidad los delató fue esa sonrisa lustrosa e infinita con la que, a kilómetros de distancia, se seguían haciendo el amor.
2 comentarios:
ESTE ME FASCNO EMILIO DE VERDAD. AFERRATE A ESOS SERES LLENOS DE AMOR QUE TIENES. Y TE REITERO SIEMPRE TENDRAS MI AMOR. KENA.
Kenita:
Gracias por tus hermosas y diáfanas palabras, tan íntegras, luminosas y sublimes como tú.
Lo reitero: mereces ser amada con plenitud y eternidad.
Besos.
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